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En principio, la recuperación de tierras parece una solución idónea a los problemas humanos y medioambientales de las metrópolis abarrotadas. Incluso su nombre hace referencia al reciclaje, a la reutilización y a la recuperación, todos ellos principios de sostenibilidad. Sin embargo, a medida que sus aspiraciones crecen, también lo hacen los problemas que la rodean.

Recientemente, Hong Kong anunció planes para crear más de 18 kilómetros cuadrados de islas artificiales en las aguas que separan las islas de Lantau y Hong Kong, con fechas previstas para el inicio de la construcción en 2025 y para el traslado de los residentes a principios de la década de 2030. En comparación, el proyecto más famoso del mundo, Palm Jumeirah, en Dubái, tiene “solo” 5,7 kilómetros cuadrados (y eso que es visible desde el espacio).

Sin embargo, su colosal costo (80 000 millones de dólares) ha sembrado la duda sobre el proyecto de HK y ha puesto el foco de atención a gran escala en los problemas medioambientales que conlleva, como el de poner las manos sobre tanta arena sin provocar daños medioambientales en otros lugares (para ser justos, los planificadores dicen que esperan utilizar residuos de la construcción en su lugar).

Drone view of Lung Mei Beach, Tai Mei Tuk, Hong Kon

¿Un ataque generalizado al lecho marino?

En la mayoría de los casos, los terrenos recuperados proceden del dragado del océano cercano (la arena depositada en la costa es demasiado lisa para formar los cimientos necesarios). Sin embargo, para los enormes proyectos que se prevén ahora, las dragas quizá necesiten trabajar mar adentro y perforar a gran profundidad.

La arena fina arrojada puede crear una bruma acuática que bloquee la luz solar y perturbe la ecología submarina. Puede ahuyentar a las poblaciones de peces, lo que pondría en peligro los puestos de trabajo de los pescadores locales. Las dragas y las excavadoras que mueven la arena no son, por su naturaleza, respetuosas con el medioambiente. La energía y la maquinaria necesarias para comprimir la arena también contribuyen a aumentar la huella de carbono.

En todos los casos, los ecologistas (y los economistas) argumentaron que el plan de Lantau sería indefectiblemente vulnerable ante la subida del nivel del mar, sin mencionar que podría consumir la mitad de los fondos de la ciudad. A pesar de que se celebraron nuevas consultas públicas en febrero, varios grupos ecologistas se negaron a asistir, con el argumento de que, en realidad, se estaban celebrando a puerta cerrada. Por lo tanto, no hay noticias de los hallazgos ni de los próximos pasos.

Sin embargo, puede haber presagios en el igualmente vasto y controvertido plan de recuperación de tierras de Malasia, las Islas del Sur de Penang. En mayo de 2023, el proyecto se redujo de manera considerable, según parece, a instancias del Primer Ministro, Anwar Ibrahim (una evaluación de impacto medioambiental influyó en la decisión). El proyecto, de 18,2 kilómetros cuadrados, habría competido con el de Lantau, pero ahora se ha reducido a la mitad. Los detractores argumentaron que habría arruinado un rico caladero, lo que habría dejado sin trabajo a cientos de pescadores. Con el nuevo tamaño, se espera que la afectación sea mucho menor.

Dudas medioambientales similares provocaron la interrupción del proyecto indonesio del Gran Garuda. Este proyecto, que se había anunciado como la única forma de salvar Yakarta —la ciudad que más rápido se hunde del mundo—, preveía la creación de 17 islas artificiales para formar un dique. Sin embargo, las obras se detuvieron cuando solo se habían completado cuatro y ya se había demostrado su impacto en la pesca.

Los escépticos también argumentaron que solo serviría para tapar los problemas de Yakarta, como el abuso de las reservas de agua dulce debido a la superpoblación. Un informe del Ministerio de Asuntos Marítimos y Pesca concluía, también, que podría erosionar las playas, agravar los daños de las tormentas y aumentar la contaminación marina (aunque otros expertos lo refutaron). Ahora, se ha puesto en marcha un proyecto de menor envergadura, el Desarrollo Costero Integrado de la Capital Nacional (National Capital Integrated Coastal Development, NCICD), pero el destino y los retos de Yakarta siguen siendo arriesgados.

¿Siguen teniendo vigencia?

¿Qué futuro tienen los planes de recuperación de tierras?

No cabe duda de que han tenido éxito en el pasado. La ciudad neozelandesa de Wellington debe su tamaño a décadas de recuperación de tierras. Río de Janeiro también. Y la recuperación de tierras en los Países Bajos se remonta a principios del siglo XVII. Estos proyectos pueden transformar un terreno inhabitable en un nuevo comienzo para familias y comunidades (o en el patio de juegos de un millonario, si nos ponemos un tanto cínicos al hablar de Palm Jumeirah…). Además, con frecuencia, son increíbles logros de planificación, invención, ingeniería y geología.

Como la población mundial sigue creciendo, sin duda, estos proyectos continuarán formando parte de nuestro futuro. ¿Podrán colaborar los geocientíficos y los ecologistas para reducir su impacto medioambiental? ¿Es factible una recuperación “ecológica”? ¿De qué casos buenos y malos podemos aprender? ¿O será sólo la ambición desmedida de los proyectos más grandes lo que injustamente da mala fama al resto?

 

A picture of the Port of Wellington, New Zealand

Una cosa más…

¿En qué lugar del mundo la recuperación de tierras permitió que haya una isla… en tierra firme?

En 1859, los habitantes de la isla de Schockland perdieron finalmente su batalla contra las aguas del Zuiderzee neerlandés, que los rodeaba. El asentamiento, que databa de la Edad Media, fue arrasado por las aguas, y el Gobierno tuvo que trasladar a los más de 600 “schokkers” que quedaban a la superficie continental. Sin embargo, en 1942, la recuperación del distrito de Noordoostpolder y la “domesticación” del Zuiderzee hicieron retroceder al mar. Así, Schockland, que todavía sobrevivía en la memoria local, volvió a ser reconocida por sus habitantes como una isla, aunque esta vez en tierra firme. Esta es una de las razones por las que ahora es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

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